"La brecha con las naciones más poderosas sólo se achicará en un lugar: la escuela. Y sólo se achicará en la escuela si nos atrevemos a pensar de forma audaz, pensar a futuro, pensar digitalmente. Hasta donde puedo ver, eso significa ponernos a enseñar informática con la misma carga horaria y la misma seriedad con que enseñamos a leer, escribir, sumar y restar."
Ariel Torres es escritor y periodista. Su columna sobre computación personal -La compu- aparece desde hace más de 20 años en el diario LA NACION de Buenos Aires.
En 2009 publicó "Bit Bang: viaje al interior de la revolución digital", con editorial Atlántida.
Es también el titular de las asignaturas "Internet" y "Taller Multimedia" de la carrera de periodismo de la Universidad de Palermo.
Como profesor universitario: ¿considera que sus alumnos poseen las competencias básicas de Informática/Computación?
Excepto aquellos que sienten interés por la informática y leyeron algo al respecto antes, los alumnos salen de la secundaria sin saber nada sobre esto (y sobre muchas otras cosas, para el caso). Ignoran cómo funciona un cerebro electrónico, qué es un bit o un byte, para que se usa un lenguaje de programación. Saben usar sus dispositivos, cierto, y lo hacen con una soltura y una familiaridad que padres y maestros confunden con destreza. Pero, en el fondo, el uso que hacen es muy básico. Como carecen de los fundamentos, no pueden ir más allá de lo elemental, de la app, del menú.
No tienen miedo de usar y aprender, lo que es una buena noticia, pero emplean sus computadoras, smartphones y tablets como si fueran electrodomésticos. Aprendieron a usar estos dispositivos del siglo XXI como si fueran la TV. En lugar del canal de los dibujitos, lanzan el Candy Crush; en lugar de poner las noticias, abren un sitio Web o, más probablemente, Facebook. Esto es de verdad muy grave y la nación va a pagar costos altísimos en el curso de las próximas décadas a causa de esta distorsión. Una computadora o un smartphone no tienen nada que ver con la tele. Es otra era. Y toda educación es siempre una educación para el futuro.
Ejemplo: aprendí a programar a mis 15 años, mucho antes de que se hablara de computadoras domésticas de forma habitual. Mis profesores veían esta destreza como enemiga de sus procedimientos (memorizar, en pocas palabras) y, antes de cada examen, nos hacían alzar las calculadoras programables apagadas, porque sabían que, de esa forma, se borraban los programas. Pero todo se puede hackear y, en mi caso, contaba con una HP-51, que leía tarjetas magnéticas donde almacenaba mis programas. Así que mis profesores, aunque bienintencionados, estaban siendo burlados por un chico de 15 años que sabía programar. Y, más importante todavía, la programación ha sido una de las destrezas que más me han ayudado durante los casi 40 años que pasaron desde entonces; y, que quede claro, no soy informático, soy periodista y escritor.
Insisto, se educa siempre para un mundo que no podemos comprender. Es un desafío inmenso en tiempos de cambios disruptivos. Hay que seguir pensando, debatiendo, viendo qué hacen otras naciones, tratando de comprender el mundo que viene. ¿Qué pasará, por ejemplo, cuando los robots empiecen a ser cosa habitual? Un robot es una computadora que camina. ¿Estamos enseñándoles a nuestros alumnos a hablar en el lenguaje de los robots?
¿Qué conocimientos de Informática y Computación piensa que deberían adquirir los alumnos en la escuela?
Lo escribí varias veces en mi columna. Los chicos deben aprender que los dispositivos digitales son programables, al revés que todas las herramientas que empleó la humanidad antes, y deben aprender a programar sus dispositivos. Esto, desde la escuela primaria. ¿Por qué?
Porque vivimos en un mundo programable. El mundo que siguió a la Segunda Guerra Mundial ya no existe. Hasta entonces alcanzaba con saber leer, escribir, sumar y restar. Esto ya no es así. No digo que esté mal o bien. Eso es lo de menos. La realidad no va a cambiar porque la neguemos. El hecho es que hoy ya no alcanza con saber leer, escribir, sumar y restar; ni siquiera alcanza con saber usar el Word o el Excel, entre otros muchos motivos porque el Word y el Excel incluyen un lenguaje de programación, llamado Visual Basic for Applications. Podemos suponer sin mucho riesgo a equivocarnos que si una corporación valuada en 299.000 millones de dólares se toma el trabajo de incorporar un lenguaje de alto nivel en su suite ofimática no es porque sí.
Los que llegan a la secundaria (no digo a la universidad, sino a la secundaria) sin haber escrito código corren el riesgo de convertirse en semi analfabetos, según los estándares del mundo que vivimos, y mucho más para el mundo que viene. Si salen de la secundaria sin saber programar en algún lenguaje de alto nivel sencillo (digamos, Pascal), entonces ya no tendrán muchas oportunidades de aprender el lenguaje de las máquinas, la forma de pensar de las máquinas. Eso, en un mundo donde desde el dinero hasta los alimentos, desde tu auto hasta las fotos, desde la política hasta la economía se han digitalizado y tienen como intermediarios a las máquinas. Insisto, saber programar es hoy una destreza tan fundamental como lo era leer y escribir hace medio siglo.
¿Cree que esos conocimientos se pueden aprender de forma transversal sin una materia específica? ¿Por qué?
No, no son conocimientos transversales. Ni cerca. Eso es enseñarles a los alumnos a ser usuarios de Power Point o de la Web para sus trabajos en Biología, Historia o Física, no está mal. Podrán ponerlo en su currículum, al menos. Pero equivale a enseñar a escribir sólo para el trabajo práctico de Botánica. O enseñar aritmética sólo cuando en la clase de Física aparezca alguna fórmula. Carece de sentido y conduce a conocimientos fragmentarios que no le otorgan al alumno ningún poder. Y la función de la escuela es otorgar poder a los alumnos; sobre todo, el poder de forjarse un destino.
Además, no estoy diciendo nada delirante. Las naciones más avanzadas del planeta enseñan a sus alumnos a programar. Mentes brillantes como Steve Jobs han dicho hace mucho que hay que enseñar a programar. ¿Por qué pensaba eso Jobs? Porque te enseña a pensar, te enseña a resolver problemas. Si haber aprendido a programar en mi adolescencia me ha servido tanto en mi vida adulta es, precisamente, por esto: programar constituye no sólo un requisito para prosperar en el mundo de hoy, sino también un entrenamiento sin igual para pensar y resolver problemas.
¿Qué le parece el tratamiento que los medios de comunicación le están dando a este tema?
Depende mucho de los individuos, como siempre. Hay periodistas que son conscientes de la gravedad de reducir la informática a un accesorio de otras materias. Otros, en cambio, se dejan llevar por las modas. La palabra informática suena ahora a viejo y la eliminan del vocabulario; hay que hablar de tablets, no de computadoras. La computación ya no es cool. Desde luego, es lo mismo una tablet que una computadora, un smartphone o un servidor Web. Es todo informática. Llámese computación o tecnologías digitales (que suena super cool), los mecanismos que subyacen en una PC (que suena viejo) o una tablet (que suena re aggiornado) son idénticos. La iPad se programa en Objective C, que es descendiente del mismo lenguaje C con el que se escribió Unix hace 40 y pico de años.
Además, no me parece que el asunto pase por los medios de comunicación. Ahora queda bien echarles la culpa de todo, pero los medios sólo reflejan un clima cultural; hace más de 30 años que trabajo en medios, y jamás un jefe me vino a decir que no use la palabra informática o computación o que solo hable de apps.
Creo que echarle la culpa a los medios sirve para dispensar a la clase política de su responsabilidad sobre las políticas educativas. Me preocupa mucho que la clase política no tengan claro el desafío monumental que las nuevas tecnologías han arrojado sobre nuestro futuro, y no sólo en el aspecto educativo, sino en todos los demás asuntos vitales para la república: libertad de expresión, privacidad, acceso a la información, transparencia, etcétera.
Hay un factor común, sin embargo: la brecha con las naciones más poderosas sólo se achicará en un lugar: la escuela. Y sólo se achicará en la escuela si nos atrevemos a pensar de forma audaz, pensar a futuro, pensar digitalmente. Hasta donde puedo ver, eso significa ponernos a enseñar informática con la misma carga horaria y la misma seriedad con que enseñamos a leer, escribir, sumar y restar.
Entrevista de Gustavo Cucuzza
para @LaInfoProhibida